La batida
Bran asiente ante la respuesta positiva del nuevo grupo y
Aleixo da las gracias encarecidamente una y otra vez a los recién llegados por
ayudarle a buscar a su amada hija.
Aparte de Bran, Aleixo y Xurxo, se une a la batida otro
aldeano más, Leandro. Es un tipo bajito y con poblada barba, cuyo pelo en la
cabeza empieza a escasear.
Bran recoge un arco corto que utiliza para cazar y un carcaj
con un puñado de flechas, Aleixo se enfunda un cuchillo al cinto y Leandro coge
un palo y un par de antorchas, por si la noche se echara encima.
-Perdone señor cazador -, dice Jean le Noire entre cortés y
displicente, -hemos de hacer acopio de
un par de antorchas y algo de cuerda, si tienen vuestras mercedes algo de lo
que solicito me gustaría disponer de ello, si no ¿tienen a bien indicarme donde
cómpralo?. El joven Bran se acerca al posadero y le comenta las peticiones del
francés, a lo que el posadero responde con una mirada extraña y se adentra en
el almacén para salir de allí con lo solicitado. Acto seguido se acerca Bran de
nuevo al grupo, - Se le cargará a la cuenta del caballero de la orden, partamos pues, antes de que la noche nos
pille.
Pere compra un odre de aceite al tabernero a petición de
Jean, cuando vuelve con lo solicitado ve a su señor con una esplendorosa
armadura, el casco con un caballo lustroso en el cenit va colgado junto con el
escudo a la espalda, la maza cuelga a un lado de la cintura prendida al
cinturón de cuero, junto a una bolsa con lo que Jean piensa que es
imprescindible para un viaje, siempre dice que “es fácil saber cuándo vas a partir pero no lo
es tanto saber cuándo vas a volver”.
Cubriendo los trastos de la espalda con una tela para evitar que hagan
demasiado ruido, exclama, - ¡Partamos! .
Valeria contempla la estampa y dice – ¡Ah!... mis buenos
compañeros, me alegra contemplar rostros tan valientes y espíritu tan decidido.
Pues no creo que nada bueno pueda guardar la foresta, aunque creo que es algo
que no nos incumbe no puedo más que alabar el espíritu que os anima a rescatar
a una niña y creo que debería seguir vuestro impulso. Yo, por mi parte, estoy
demasiado cansada para andar ahora por el bosque sólo os retrasaría y sería un
estorbo, creo que es mejor que descanse. Tendré preparadas mis cosas pues si
hay que sanar alguna alma a vuestra vuelta. Que eso es lo que me temo. Tened
cuidado sobre todo en las encrucijadas.
-Tu noble espíritu nos acompañará y espero nos ayude a
hallar pronto a la zagala, - dijo Rafael con gratitud, - después subió a su
caballo ante la asombrada mirada de Jean y el resto del grupo, luciendo su cota de malla con la sobrevesta de
la orden y a la espalda las armas para que no estorbaran al cabalgar.
Pere empieza a recoger lo necesario para partir con el resto
del grupo, Valeria le intenta convencer de
que un hombre de letras nada tiene que hacer en los asuntos de hombres
de armas, pero nuestro escriba está pensando en la historia y en la hazaña, por
lo que toma los instrumentos de escritura y pertrechado con un peto de cuero y
con su daga a buen recaudo parte con el resto dela comitiva en pos de la
Zagala, confiando en que no sea demasiado tarde.
Una vez equipados, el grupo
se pone en marcha guiado por Bran, quien, por un momento mira a Rafael
de Cortés, erguido sobre su caballo, y sacude la cabeza, pero no se atreve a
decir nada. Pocos cientos de varas después, Rafael se ve obligado a desmontar y llevar a su
caballo de las riendas, dada la espesura del bosque, lo que retrasa un poco el paso
del resto.
Llegando al claro que había descrito Xurxo a Bran, junto a
una serie de rocas de granito, Bran se pone a observar el suelo, buscando
huellas de algún tipo, mientras Aleixo no para de gritar "¡Estrela!
¡Estrela!". El resto de los
integrantes secundan a Aleixo gritando el nombre de la niña, en diferentes direcciones.
Apenas unos instantes más tarde, se escucha el grito desgarrador de una niña,
el alarido resquebraja el atardecer mudando el rostro de todos, sobre todo el
de Aleixo, que entre alarmado y alegre dice - ¡Es ella!, ¡ya vamos cariño, no
te muevas!, ¡No te muevas! – Repite y sale corriendo hacia la voz, arañándose
con los helechos, dejando al grupo atrás en apenas segundos, Pere miró entre
alarmado y compasivo la marcha de aleixo, - No eran gritos de respuesta... eran
gritos de terror- , masculla para sí. Los gritos se hacen más insistentes
provistos de un pavor innombrable, atávico, gritos que hielan la sangre en la
antesala de la noche.
Todo el grupo corre hacia los alaridos, siguiendo la senda
de los helechos abatidos que dejó Aleixo al salir en pos de los mismos.
Mientras los integrantes de la batida avanzan en la espesura del bosque, los
gritos cesan de repente, augurando un mal final, cuando el grupo llega
corriendo, casi sin aliento la mayoría, con las armas desenvainadas, la escena es sobrecogedora; en el suelo, una niña de pelo claro embuclado,
yace con la mirada perdida, medio despedazada, una bestia enorme, más grande
que un oso, pero con aspecto de lobo, está ensañándose con el cuello de la
muchacha. Aleixo, fuera de sí, con el cuchillo en la mano, corre poseído por la
rabia hacia el lobo. El animal antinatural reacciona y con un zarpazo certero,
el enorme lobo lanza a Aleixo despedido contra un árbol, cayendo inconsciente y
sangrando abundantemente. Cuando se yergue sobre sus patas, más que un lobo
enorme, lo se distingue es una criatura con ciertos rasgos humanos, casi como
un hombre muy peludo y extraordinariamente musculoso, y con la cara contraída
por la rabia, una rabia que irradia en sus ojos inyectados en sangre y que inunda al grupo de un miedo frio y seco que
recorre las espaldas de los presentes.
-¡Muerte al Lobisome!
- , exclaman algunos para infundir ánimo al resto, Bran reacciona y dispara su
arco, cuya flecha se clava entre el pecho y el brazo. Jean Le Noire embraza su escudo de la espada y
se enfunda el casco, y a continuación empuñando su maza de armas carga contra la
aberración que ha causado la muerte de la muchacha. Pere saca su daga y empieza
a sacar el odre con aceite por si lo necesitase su señor. Leandro permanece
estupefacto, con la boca abierta, mientras se gira al oír a Rafael de Cortés
que está llegando tirando de su caballo. El tremendo ser observa la escena que
se le presenta y por un motivo que los presentes no llegan a adivinar se
interna en la espesura del bosque con
una velocidad inenarrable, intercalando las veces que va a dos o a cuatro
patas.
El francés, de apellido Le Noire, se queda mirando fijamente
la escena y sigue con la mirada, ya que otra cosa no puede hacer, al ser que ha
traído tanto dolor al pueblo al que acaban de llegar, con un gesto de la
cabeza, indica a su vasayo, Pere, que vaya a ver cómo está el padre de la niña,
y mientras se acerca al cuerpo inerte de esta, para cubrirla con una manta.
Cuando llega Rafael montan el cuerpo dela niña y al padre en su caballo. - Regresaremos
inmediatamente, aqui ya no tenemos nada que hacer, quizás podamos aun salvar la
vida de Aleixo, lo que les ha atacado ya debe estar muy lejos de aquí. – dice
mientras termina de ajustar los cuerpos sobre el caballo y la noche se termina
de cerrar.
Mola, además le vas dando tu toque personal, no te limitas a copiar y pegar. Está quedando muy bien.
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