miércoles, 7 de mayo de 2014

Los Lobos de Castrove (VII)

 Cena en la casona fortificada del señor

     Durante la cena Jean y Rafael están demasiado en el centro de atención de todos, siendo agasajados y con continuos brindis por su valentía, así como demasiado cerca de los soldados del señor (y del propio señor) para estar chismorreando con unos y con otros.


Pero en cambio, ni Pere ni Valeria tienen ese problema. Mezclados con parte de los sirvientes y de algunos aldeanos, el vino les afloja las lenguas y comentan cosas que en otras ocasiones mantendrían calladas.
Respecto a estos temas de lobisomes, embrujados y demás nunca han tenido ningún problema ni ninguna historia parecida. Ante cualquier problema extraño, maldición o mal de ojo siempre se ha acudido a la Tomasa, nuestra curandera en el bosque. Y casi siempre tenía su remedio a cambio de unos huevos, una gallina o un buen trozo de tocino salado. Pero claro, nunca nada tan grave al respecto.

"¿Que por qué no está la Tomasa aquí? Supongo que porque nadie la ha llamado, ia que baja poco al pueblo, i normalmente quien algo quiere a subir a su casa va, o baja su hijo, que con ella vive en su cabaña."
Os haceis amigos de Asunta, una criada del señor que trabaja en las cocinas. Es regordeta y vivaracha, de mediana edad. Os comenta entre cuchicheos, e intentando evitar que lo escuchen otros vecinos, es que la muerte del padre de Obdulio es relativamente reciente. Don Ramón, que ese era su nombre, era un tipo duro que abusaba de los campesinos y que sufrió varias revueltas de los campesinos. Parece que uno de los campesinos, Anastasio, pactó con el hijo, Obdulio, envenenar al padre con ayuda de una mujerzuela...
Y parece que Obdulio supo manejar bien la muerte de su padre: acalló rumores, ajustició a los culpables que confesaron tras unos días de torturas y se restableció el orden en Castrove.

El señor está contento de que los siervos no le den problemas como a su padre. Mano larga en asuntos de comercio, redistribución forzosa de bienes al quedar desocupadas varias fincas de campesinos rebeldes y una reclamación de impuestos menos asfixiane que la del anterior han aplacado a los campesinos.
En un principio, cansados de la cena, os retirais a dormir. Rafael va a dormir a una habitación de invitados que han preparado para ellos. El resto de vosotros os deja dormir en la sala común encima de las cuadras.
Como premio a vosotros, y para compensar las heridas que habeis sufrido os deja descansar y comer en su casa durante una semana. Valeria calcula que para curaros necesitaríais entre tres semanas y un mes de descanso y cuidados...


viernes, 17 de mayo de 2013

Los Lobos de Castrove (VI)


De la Lucha con la bestia y el fin de la cacería
     

     Jean, viendo a Rafael en combate cerrado con la bestia y en serios apuros, intenta realizar un ataque preciso sobre ella, evitando herir a su compañero, mientras, Rafael azuza con su antorcha en el rostro de la bestia, que gruñe mientras aparta su chamuscado hocico, dándole el suficiente respiro para retroceder unos pasos y separarse del monstruo.
La bestia ataca y con sus garras cebándose en el pecho del pobre Rafael, arrancando trozos de metal de la armadura, e hiriendo de importancia al caballero ordenado.
Jean corre a ayudar a su compañero enarbolando la Maza con aire desafiante,  pero no logra impactar a la esquiva bestia, que con un ágil movimiento consigue apartarse del camino mortal de la Maza del francés.
Rafael, ignorando el dolor, lanza una estocada al vientre de la bestia, pero su espada  tampoco logra conseguir el ansiado objetivo, el descomunal lobo parece moverse con la agilidad de un gamo, de un lado a otro.
La bestia se gira ante la presencia de Jean y le lanza un terrible zarpazo en el pecho que atraviesa la armadura con una facilidad pasmosa, Jean retrocede ante el envite del animal y se recompone del golpe, por suerte no ha sido tan grave como dan a entender los desperfectos de la armadura, enfurecido por haber bajado la guardia, blande su pesada maza de armas sobre el ser, pero este, en rápidos movimientos logra echarse atrás y evitar los pesados golpes.
Rafael, aprovecha que la bestia está entretenida con Jean y le ataca por la espalda, creando un profundo surco rojo en su peluda piel. El licántropo, ruge de dolor, pero parece estar más enfurecido que herido.
Entre tanto, a la espalda del combate, allí por donde vinieron Jean y Rafael, aparecen varios hombres corriendo; un hombre desgarbado y con prendas pardas y desgastadas, empuñando su arco de caza,  parece ser uno de los cazadores de la partida, acompañado por otros dos de los hombres de Obdulio con sus ballestas. Al ver la estampa quedan paralizados por el miedo, pero el cazador, con la experiencia de los años, se aposta y afianza el tiro, lo que da confianza suficiente a los ballesteros para hacer lo propio.
 La irrupción de los refuerzos, da cierto respiro a los otros contendientes, ya que la atención del monstruo no se centra en ellos por completo.  Jean, Viendo lo infructuoso de su ataque, se presta a ser un poco más cauteloso, por lo que embraza su escudo con fuerza,  y adopta una posición más defensiva, parando los golpes con el escudo, y lanzando ataques menos fuertes pero más certeros, con la maza, rezando por que la desventura no le mandara alguna  de las flechas perdidas.
El lobisome ruge enfurecido y lanza un brutal zarpazo sobre Rafael, que logra de milagro interponer a tiempo su escudo de metal, que acaba doblado y con unas profundas garras marcadas, desluciendo el emblema de la orden.
El cazador dispara y clava una flecha en el brazo derecho de la bestia, lo que hace que el engendro se yerga en un alarido inhumano y al girarse en pos de su atacante recibe un tremendo virotazo por parte de uno de los ballesteros, que se clava profundamente, en el hocico de la bestia, el rugido de dolor del lobisome espanta los pocos pájaros que quedan en tan desolado lugar.
Jean vuelve a atacar,  pero la velocidad del monstruoso lobo es increíble, y se aparta a tiempo. Rafael ve la ocasión con claridad, el lobo ha descuidado la guardia al esquivar a Jean y le propina un severo corte en la pierna con su espada, regando el suelo de sangre pardo rojiza. El lobisome parece tambalearse, pero aun ruge con furia, con los ojos inyectados en sangre con el deseo marcado de acabar con todos.

A penas existe un segundo de pausa y la bestia lanza un nuevo golpe contra Rafael, que interpone su escudo en el camino del engendro que comienza a estar muy debilitado por los golpes y los daños recibidos,  apenas ha arañado el escudo. Entre tanto el cazador dispara, pero esta vez Jean se mueve para buscar un ángulo al que atacar a la bestia y se cruza en la trayectoria del disparo, que choca contra la armadura en la espada, la flecha apenas penetra en La armadura, pero aun así Jean nota con cierto estupor, como la flecha termina clavada en la carne.
Con la experiencia que dan los años, Jean no se amedrenta por el inesperado incidente y realiza un ataque rápido hacia los intestinos del animal, pero éste, en un fugaz movimiento, logra esquivarlo por los pelos.
Rafael vuelve a aprovechar que el lobisome se dedica a esquivar los ataques del francés, para lanzar una certera estocada que realiza un nuevo corte en la pata de la bestia, que suelta un alarido que hiela la sangre, parece debilitado, pero no da muestras de tener ganas de dejar de luchar.
Por su parte los ballesteros han terminado de cargar sus ballestas y apuntan de nuevo a la bestia, que, sangrando abundantemente por todas sus heridas, hace un débil ataque sobre Rafael, que para fácilmente con su escudo de metal. El cazador y los ballesteros disparan, la flecha del primero impacta parcialmente sobre el brazo derecho para perderse después en el bosque, en cambio los virotes de  uno de los ballesteros atraviesa el otro brazo de la bestia, mientras que el otro falla estrepitosamente de nuevo impactando en el vientre a Jean que retrocede, estupefacto, un par de pasos ante el impacto.
Jean, se recupera de nuevo del ataque involuntario y se concentra en atacar pero el ser logra esquivarlo, de nuevo, en última instancia, lo que Rafael vuelve a aprovechar para lanzar otra de sus estocadas que acaba con otro corte profundo en la pierna del lobisome.
Tras un intento vano de volver a atacar, el ser cae al suelo, agonizando, en un charco de sangre. Las extremidades se convulsionan y el lobisome lanza un último aullido estremecedor entre estertores de muerte, de rodillas rodeado por su propio líquido vital, mira a los ojos de sus verdugos con los ojos cargados de ira y esbozando una sonrisa burlona deja escapar su último hálito de vida, cayendo de bruces en su propia sangre,  cuando llega Obdulio y el resto de sus hombres de armas, todo es silencio y congoja.
Al poco de aparecer el señor de Castrove, aparecen buena parte de los campesinos que lanzan vítores a los matadores de la bestia, que permanecen enajenados y malheridos. Obdulio manda cortar la cabeza al ser  y tras clavar la cabeza en una lanza, ordena la vuelta a Castrove.
Mientras está todo el revuelo alrededor del cuerpo del lobisome llegan Valeria y Pere. La verdad es que en estos momentos está casi todo el pueblo que ha salido de cacería. La gente trata a Rafael, Jean, los ballesteros y el cazador como héroes, y Obdulio promete buen vino y una buena cena a los asesinos de la bestia.
Algunos campesinos se acercan a los dos caídos, para ayudarlos. El campesino del árbol baja y empieza a contar una versión de su historia para salvar un poco la honra...

“Valeria, échale un ojo a la herida de Rafael, parece grave, y ya cuando termines me remiendas a mí un poco.” Dice Jean con un hilo de voz, cansado y aturdido.
“Bien, desde luego veré primero al más grave y quien sabe, todo está en las manos del destino y no os preocupéis vos. Que todavía tenéis mucho que contar y batallar” contesta Valeria, dando ánimos fundados, para sanar primero el espíritu, que según ella, era primordial para poder sanar lo demás.
"Gracias mi señora por sus remiendos. Y a usted Don Jean, Si no es por su destreza en batalla el lobisome hubiera acabado comiendo tarta de Santiago en este día tan poco afortunado” dice Rafael mascullando una leve sonrisa, apagada por el dolor.  “Valeria, espero disipe una duda que tengo en mi cabeza. Muerto el ser sobrenatural, ¿No debería haber tornado a su forma humana?” Comenta el de la Orden de Santiago, mirando con recelo el cuerpo decapitado del brutal animal que fuera otrora hombre.
Valeria  va atendiendo a los heridos, que son varios. Les va untando un ungüento y murmurando unas palabras, que ayudan a tranquilizar a los dañados y reducen el dolor como por arte de magia. Aun así las heridas son profundas y necesitarán muchas semanas de cuidados.
Ante la pregunta de Rafael, Valeria no sabe muy bien qué responder , sin parar de atender a los necesitados responde: "No tiene por qué, en las leyendas que oí nunca decían nada de que se volviesen a la forma dada por Dios o no. A lo mejor es una maldición diferente de la que había oído alguna vez. Lo que está claro es que ya no hará más mal entre la gente del pueblo".
La gente inicia el camino de vuelta al pueblo, ya que Odulio ha invitado a los campesinos que más han trabajado en la cacería, y en especial a Jean y a Rafael, a una cena en su casona fortificada. Hay cierto ambiente festivo por haber terminado de una vez con la bestia, con la satisfacción de la justicia. Una vez en la casona de Odulio, que es un pequeño torreón fortificado con algunos edificios anexos, ya han preparado la cena. El vino joven corre por las mesas.
"Por dios vive que hoy nos hemos merecido saborear las mieles de una sufrida victoria. Más espero que el vino del señor sea esta vez de mi agrado....."  Dice Rafael, visiblemente más animado. Hay dos cosas que le reponen el maltrecho ánimo al caballero de la orden de Santiago, la buena compañía de la bebida y el nuevo peso de los 50 maravedíes, que tuvo a bien entregar el señor de Castrove, tanto a Jean como a él. La verdad es que Rafael no supo discernir si Obdulio estaba molesto por desprenderse del dinero o por no haber sido él quien abatiese a la bestia.
Durante la cena la cabeza sanguinolenta y deformada a causa del impacto del virote, presidía el amplio salón donde se sirve la Cena. Obdulio entre chanzas y vítores, brinda por los salvadores de Castrove y ofrece su casa para aquellos que deseen descansar allí.
“No hay duda que hoy se ha logrado algo glorioso, como tal intentaré plasmarlo en negro sobre blanco para que vuestra hazaña se conozca en los días venideros. Me alegra ver que tanto mi señor como Don Rafael están algo recuperados del combate, sin duda necesitarán convalecencia vuestras mercedes... aprovecharé la misma para que me cuenten con detalle lo ocurrido y así contarlo con la mayor fidelidad.”  Comenta Pere mientras toma asiento cerca de su señor.



miércoles, 10 de abril de 2013

Los Lobos de Castrove (V)



De La batida en el bosque y las pesquisas en castrove

     Rafael de Cortés y Jean Le Noir acompañan a Obdulio, sus hombres de armas y los cazadores del pueblo, al bosque. Por lo que cuentan en el trayecto se dirigen a una zona que ya utilizaron hace unos años para cacerías parecidas, el lugar forma un valle rodeado de zonas acantiladas, por donde se espera que las fieras asustadas por los ruidos de los campesinos vayan. Han preparado algunas barreras para dirigir aún más a los animales a la encerrona.
Los cazadores se apostan a los lados, en las partes altas, y todos los hombres de armas van preparando sus ballestas. Liño, el capitán de los hombres de armas del señor, un hombre serio de pelo corto y sin la oreja derecha, ofrece un par de ballestas a Rafael y Jean  - "si no sabéis usarlas, a bien que cualquiera de mis hombres os explicarán cómo usarlas"-  dice antes de seguir organizando a sus hombres.
A Obdulio se le ve feliz y contento, paseando de un lado a otro mientras se ajusta sus guantes negros. Se le ve impaciente por empezar a matar bestias del bosque.
El vino corre entre todos, y los pellejos con el joven vino de la tierra se mueven con agilidad de mano en mano, acompañados por el queso blando de la zona. Todo el mundo parece muy seguro de sí mismo: ya lo han hecho más de una vez. Mientras, a lo lejos, ya se oye el ruido de los cazos, palos, ladridos y demás que están formando los campesinos. Lo único que Jean y Rafael pueden hacer es esperar pacientemente.
Entre tanto, en el pueblo de Castrove, Pere y Valeria intentan averiguar alguna cosa que pueda ser de utilidad. Queda poca gente y la que queda está bastante atareada con sus labores: si no tenían tiempo libre para meterse en el bosque, menos para perder el tiempo por el pueblo.
Un primer intento de Valeria de vender ungüentos curativos no tiene éxito. Tras unas cuantas preguntas a Valeria le explican que para todo este tipo de remedios y apaños confían en la Tomasa, la curandera que vive en el bosque. Valeria es una extraña en el lugar, y además no tiene la pinta del típico buhonero que viaja con su carreta y productos de pueblo en pueblo.

Ante las pesquisas al respecto de heridas, lo único que se oye es  -"el Remigio se reventó el dedo hace una semana el muy idiota arreglando el carro, y a la Mariña le picaron las abejas cuando iba a recoger miel"-. No parece que haya nadie herido de gravedad en el brazo o en el pecho, ni nadie que se escabullese de ir a la cacería que no tenga asuntos pendientes.
Tras un tiempo dando vueltas sin conseguir nada más provechoso, Valeria se dirige hacia Pere, –“Creo mi fiel Pere que de esta gente no vamos a sacar nada más, Quizás deberíamos dirigirnos a la casa de Tomasa ella puede que nos indique algo más de este pueblo y sus habitantes, ¿lleváis por ventura algún licor? Este pudiera ayudarnos hacer la charla más amena e interesante ¿qué pensáis mi buen Pere?” - Pere echa mano a su jubón y responde. –“Por ventura que no sería mala idea, más por estas tierras dicen de haber meigas y por tanto más nos valdría mi señora andarnos con ojo no nos maledigan por indiscretos. En cuanto al licor no tengo más que los artilugios que fice para enfrentar al lobishome.”-
Valeria pregunta por el pueblo la localización de la casa de la Tomasa y no tiene problema en que se la faciliten. Un anciano Le da unas indicaciones someras para llegar  - "salen para allá, y cuando lleven un rato andando,  verán un árbol gris, tomen el sendero de la izquierda, y en el pasado un arbusto de zarza de tamaño considerable, tuerzan vuestras mercedes a la izquierda, y sigan unos metros más y divisarán una casa vieja, allí es”.


La extraña pareja se interna en el bosque, con una ligera idea del camino, mientras oyen a lo lejos, dispersos, los ruidos que están haciendo los aldeanos, con algunas risas y chanzas.
A pesar del desconocimiento del terreno nuestros amigos consiguen no perderse y encuentran una cabaña de piedras con el techo de madera en un pequeño claro, la chimenea, que todavía humea, apenas emite un hilo de humo gris al ya encapotado cielo. Un montón de troncos están apilados al lado de la puerta cerrada de la casa. Las desvencijadas contraventanas de la cabaña parecen estar cerrados a cal y canto.
Pere se acerca a la puerta, que está cedida en sus goznes y medio podrida, pero aun así cerrada y llama a voces - "¡Ah de la casa! ¿está la Tomasa? ¿¡hola!?", pero nadie responde a los gritos de Pere.
Valeria inquieta, se acerca al escriba con cautela, -“Pere , parece que no hay nadie en la casa , podemos rodearla e intentar ver algo a través de las ventanas o quizás haya un cobertizo detrás. Lo cierto es que humea la chimenea con lo que no pueden estar lejos sus habitantes.”
Pere asiente y se disponen a Rodear la cabaña. La inspección del perímetro de la cabaña no dura demasiado, por lo que se ve la cabaña sólo tiene dos ventanas, una junto a la puerta y otra en un lateral. Ambas están cerradas con unas contraventanas de madera, pero la madera está hinchada y parece que podrida. No hay ningún cobertizo cercano, sólo un pequeño huerto con unas pocas hortalizas.
Viendo el estado de la puerta y de las ventanas no debería ser difícil forzar alguna de ellas para ver su interior... y acceder si fuese necesario. Los ladridos de los perros de los campesinos parecen más cercanos, pero aun todavía bastante lejos.  En cambio todos saben que en el bosque las distancias a veces son engañosas...
-“Creo, mi fiel Pere, que podríamos arriesgarnos e intentar abrir alguna de las ventanas con cuidado para ver si, por casualidad, hay alguien dentro. Puede que el herido que buscamos este dentro de la cabaña.” -  comenta Valeria con poca convicción.
A pesar de todo, espoleado por la curiosidad, Pere se acerca a una de las ventanas. Con todo el cuidado que puede empieza a intentar abrir la contraventana, pero parece resistente... aunque cede un poco. Animado, tira un poco más... para arrancar de cuajo la contraventana.
La madera podrida no ha aguantado más y Pere sostiene entre sus manos, sorprendido, los trozos de madera de la contraventa, unidos malamente por unos clavos oxidados. En la ventana, colgando de unos herrumbrosos goznes, cuelga el resto de una de las contraventanas. La otra contraventana se ha abierto, y cuelga miserablemente, amenazando con caerse en cualquier instante.
Valeria aparta a Pere y se asoma a la cabaña. La luz no es buena, apenas iluminada por la luz que se cuela por esta ventana y por las brasas de la chimenea/horno que está en el centro de la estancia. Apenas se puede distinguir un camastro, una alfombra de piel y unas estanterías de madera atestadas de todo tipo de cachivaches y hierbas.
Pere suelta los restos de la contraventana y se turna con Valeria a mirar por la ventana, que en realidad es un ventanuco que está entre vara y media y dos varas de altura, pero no logra ver mucho más.
-“Bueno Pere, creo que aquí no podemos hacer mucho más. No creo que debamos forzar la puerta. Esto solo nos traería molestias. Vamos de vuelta al pueblo, quizás nuestros amigos han podido averiguar alguna cosa más.” – Pere se asiente para dar la razón a su sabia compañera.
El ruido que van generando los campesinos ya ha pasado más allá del claro donde se hallan Pere y Valeria, alejándose en dirección contraria, cuando la calma se ve rota. 
Según se alejan de la cabaña se escuchan unos tremendos alaridos, provenientes de algún punto del bosque, los dos paran en seco. No está muy cerca, pero Pere piensa que puede orientarse para llegar hasta él.

Mientras tanto en el bosque, el retén de cazadores está esperando pacientemente a que llegue su momento, Jean y Rafael pasan el tiempo lo mejor que pueden, sin perder ojo ni a Obdulio ni a sus hombres. Echan algún trago a los pellejos de vino joven,  y mordisquean el queso y el pan que los ofrecen.
De repente, bastante cerca de donde están, por donde deberían venir los lobos, se escuchan unos tremendos alaridos de puro dolor y espanto, que se cortan de repente, dejando al bosque inmerso en un silencio sepulcral, si cabe, más inquietante que los gritos.

Dos cazadores, mucho más cercanos al lugar del ruido, se pierden en la espesura del bosque en dirección a los gritos. Los hombres de armas de Obdulio se miran entre sí, mientras el propio señor se encuentra parado, boquiabierto, mirando en dirección al bosque.
-“Vamos Rafael”, exclama Jean mientras inicia la carrera tras los dos cazadores en dirección a los gritos que se han escuchado, - “ya estaba hastiado de esperar”, se le oye mientras avanza.
Jean y Rafael Salen corriendo en la dirección en la que se han ido los dos cazadores. Es fácil seguir el rastro de helechos tronchados que han ido dejando en su carrera.  Según llegan oyen más ruidos, como de lucha, y algún grito más.
Cuando llegan, a unas 10 varas de distancia, se puede distinguir una escena dantesca, hay dos campesinos tirados en el suelo, manando sangre y gimiendo de dolor. Rafael cree reconocer a uno de ellos como uno de los cazadores que los han precedido. El otro está subido a un árbol mientras la enorme bestia, mitad hombre y mitad lobo, le gruñe desde el suelo.
El ser nota la presencia de sus perseguidores en pocos latidos de corazón, se gira y gruñe amenazadoramente, enseñando sus enormes fauces,  goteando sangre entre sus afiladas mandíbulas.
Jean no se lo piensa dos veces y dispara la ballesta, pero a pesar de apuntar con bastante sangre fría el virote sale desviado a pocos centímetros de la cabeza del engendro. Inmediatamente deja caer la ballesta, para embrazar el escudo y coger su afamada maza, adoptando posición de defensa.
Rafael lleva encendida la antorcha en la mano en la que porta el escudo. En la diestra la espada. Se baja el yelmo con celeridad y se prepara para acometer a la bestia flanqueando un costado, el opuesto de Don Jean. Piensa que si la suerte le ampara, mientras esgrime la antorcha lanzará estocadas para hacer blanco en los cuartos traseros del lobisome.  –“Si puedo sesgarle algún tendón o articulación será más fácil abatirle ya que sus movimientos no serán tan ágiles.” Piensa mientras avanza alocadamente a su encuentro.
Rafael empieza a moverse por un lado para flanquear al ser, y dejarlo entre los dos guerreros. Pero el lobisome ruge y carga contra Rafael, sin esperar a que termine su maniobra.

Don Rafael grita "¡Santiago!" mientras atraviesa con su espada el brazo izquierdo de la bestia, para a continuación sacar el arma del brazo.
La sangre brota abundante y empapa los ropajes blancos de la Orden, pero el ser, rugiendo de dolor, en lugar de asustarse parece que entra en una cólera brutal, abalanzándose sobre Rafael que no puede usar su arma...


Entre tanto en otra parte del bosque, Valeria y Pere escuchan en la lejanía lo que parecen ser los gritos de la cacería, sin embargo, prestando más atención, Valeria identifica gritos de terror y alaridos, más propios de una batalla que de una cacería. - “¿has oído ese grito, mi amigo Pere? – comenta entre extrañada y asustada, - “Creo que deberíamos acercarnos, quizás lo que buscamos está más cerca de lo que quisiéramos pensar. Pero intenta ir sigiloso, no nos conviene que nos oigan...”-  a lo que Pere asiente y encamina sus pasos en pos de los gritos.


Ayudados por la espesura del bosque y orientados por los gritos, alaridos y forcejeos se van adentrando en lo desconocido, para dar apoyo, ayuda o lo que sea menester. En el jubón de Pere  sobresalen algunos de los artilugios que con tanto esmero hizo para tan aciago momento. –“ Mi señora, si por el demonio hemos de encontrarnos con la bestia, Dios no lo quiera, estos artilugios bien encendidos pueden ayudarnos a reducirle, mas mi destreza en el lanzamiento no es certera y me pregunto si vos no seréis más ducha que yo para tal fin" -  comenta con voz queda apenas audible por encima de sus lentos pasos, al tiempo que va palpando la daga del calzón para comprobar que allí sigue.

-“No os preocupéis mi buen Pere”, - susurra Valeria para calmar a su compañero, -“si les hallamos a tiempo, más nos valdrá quedar ocultos, pues seremos más útiles después, cuando haya que curar a los heridos”. – y dicho esto reemprendió el paso, lento pero resuelto hacia los gritos que cada vez sonaban con más claridad.

sábado, 23 de marzo de 2013

Los Lobos de Castrove (IV)


 El Lobisome

     Ya en la seguridad de la habitación, Valeria observa detenidamente a sus compañeros, -“Es un hombre normal lo que habéis visto, pero hechizado por algún maleficio, lo que lo ha transformado en la criatura que describís, un animal de gran fuerza y cuyo pelaje oscuro asemeja la piel de un lobo” – dice Valeria con un hilo de voz, con su característico acento morisco –“Deben saber vuestras mercedes, que cuando es herido, pierde el control de sí y parece no sentir el dolor ni el daño, lo que es muy peligroso. No hay ninguna leyenda al respecto de que sea especialmente vulnerable o invulnerable a ningún tipo de daño, aunque siempre se habla de su inhumana resistencia al dolor.”
Don Rafael, con el semblante serio, se persigna al oír el relato,  - "Valeria, observo que es usted ducha en estas lides. ¿Consideraría fuera oportuno bendecir las armas antes de la batalla? Considero que siendo malvada la hechizada criatura o el hechizo que se lo provocó, mi fuego sagrado le provocará yagas más profundas y dolorosas.” – hace una pausa breve, mientras observa su espada aun envainada en el cinto.
–“Por otro lado, es interesante pensar que si fue hechizado, prevenidos debemos estar no sólo del títere, si no del titiritero... Dicho esto me asalta una duda, ¿EL hechizo puede ser disipado? De ser así sería más prudente capturarlo y realizar el exorcismo pertinente que darle muerte. Al fin y al cabo cuando muta en Lobisome no es consciente ni dueño de sus actos.” – Tras decir esto, se dirige a Valeria de nuevo –“Le agradezco, Valeria, haberme permitido auxiliarle mientras sanaba las heridas de Aleixo. Tan responsable de la muerte de Estrela me siento que nada encuentro que haga mitigará mi dolor. He ayudado a preparar su sepelio y preparado una oración por su alma. He bautizado a mi espada con su nombre, de ese modo, en caso de ser necesario, podrá ajusticiar a su verdugo." -  Don Rafael mira al suelo apesadumbrado y en silencio inicia una breve plegaria para calmar su culpa.
  Tras meditar unos instantes, Valeria responde:
- "No sé si las armas bendecidas harán más daño al Lobisome, pues no es maligno per sé, si no que se encuentra hechizado por artes malignas. Pero si tienes posibilidad de hacer fuegos sagrados, a bien que harán daño tanto a los malignos como a los no tan malignos, pues el fuego siempre hace daño, excepto a los más santos." - dice Valeria - "En cuanto a cómo eliminar la maldición, que yo sepa sólo hay tres maneras de quitar la maldición." Coge aliento y continúa. - "Por una parte es usar las artes de Expulsión, un antiguo arte para expulsar las ánimas que han poseído un cuerpo, pero cuyos detalles para ejecutar desconozco.  La otra manera es ejecutar un Exorcismo por alguien cristiano de buena fe que haya sido ordenado siguiendo los Santos Evangelios, y que sea conocido de las enseñanzas de Dios." - A continuación sonríe y dice:
- "Y la tercera es darle muerte, y ya se encargará Dios y el Demonio de decidir dónde acabará su alma".
-"Entonces, al menos que entre esta buena gente haya alguien más avezado que yo en liturgias y que vos en rituales, a la tercera opción condenados estamos.” Contesta Rafael, con guiño al viento. “Al sagrado fuego y a nuestro acero, junto con el buen hacer de esta gente, a la fiera enfrentaremos."
Pere que hasta el momento ha permanecido callado y cabizbajo se incorpora a la conversación, - "Disculpadme pues aún estoy atenazado por lo vivido y apenas puedo quitarme de la cabeza los ojos vacíos de vida de la pobre Estrela, que Dios tenga en la gloria.” – Pere mira al techo y se persigna para dar énfasis a sus palabras –“ Poco más puedo aportar a lo que cuenta Valeria, lo único que oí o leí del Lobishome, es que en la noche cambia a lobo de diferentes maneras, cuentan las diferentes leyendas que los primeros síntomas se presentan en forma de una profunda tristeza. Luego, en un día determinado, generalmente un viernes, a las doce de la noche, se escapa de casa y hay una transformación. A continuación, hace toda clase de ruindades y crímenes. Se cuenta que mientras camina como lobo, ni palo ni piedra ni cuchillo ni metal alguno puede herirlo. Un anciano contó una vez que se puede romper el maleficio de varias maneras, hacerle sangre, quitarle la piel de lobo y quemarla o sorprendiéndolo cuando se revuelca en el polvo."
Hace una pausa y mira a su señor buscando aliento, “No me entusiasma la idea de partir en busca de la muerte, pero visto lo visto, mañana iremos en pos de la bestia... así pues intentaré pertrecharme bien,  ahora o mañana temprano, quizá algo de brea, para prender lo que sea menester para arrojar a la criatura, y antorchas para encender lo que inventemos.” Mira el odre de aceite y añade –“El aceite que he comprado nos puede ser de utilidad pero supondrá acercarnos demasiado a la bestia y no me parece prudente.”

  
     El cansancio ya va haciendo mella en los asistentes a la peculiar reunión y tras algunos bostezos, se disuelve la misma para que cada uno disfrute de un sueño reparador.
Pere observa la triste sala donde se disponen a dormir,  es una sala común habilitada encima de la cuadra. No es de gran calidad, pero la posada tiene más de taberna que de posada, y malvive más de los vinos a los vecinos y las comidas a la gente de paso que de los pocos que pernoctan aquí, pues no está en las rutas principales en el antiguo reino de Galicia.  El joven escriba, cabila sobre el precio pagado por dormir en tan especiales aposentos, unos buenos 10 maravedíes por cabeza,  sin embargo el precio elevado incluye el bacalao que habían cenado esa noche y las gachas del desayuno de mañana, lo que, en definitiva, compensa el precio.
     Valeria se ha acercado a la casa de Aleixo, a ver cómo está y darle las últimas curas antes de ir a dormir a la taberna. Está semi-inconsciente, pero fuera de peligro. Una vecina está allí, cuidándole también, pues la mujer de Aleixo, y madre de Estrela, murió hace un par de años de unas fiebres. Agradece la ayuda de Valeria, porque "aunque sea mora, pareixe cristiana", y dice que le ha salvado la vida, pues la vieja que hace los apaños, curas y ayuda a parir, la Tomasa, vive en el bosque y no estaban las cosas para ir por la noche a buscarla al bosque.

     Al día siguiente, el pueblo hierve de movimiento. La gente está excitada, pues se recuerdan los pasados años en que los lobos eran numerosos y los campesinos salían en busca de pieles para el invierno. Algunos van con aires de fiesta y otros con más miedo que vergüenza, pero todos bebiendo de los pellejos de vino para mantenerse despiertos y con los ojos abiertos.
     La batida consistirá en que los aldeanos se desplegarán lo máximo posible, haciendo ruido con palos y cazos, o haciendo ladrar a los perros, para ir arrinconando las bestias, de tal modo que el retén de cazadores más diestros con los arcos y los hombres de armas los masacren sin compasión.

     Obdulio, el señor de Castrove, escoltado de un par de sus soldados, se acerca al grupo. Va vestido de armadura de malla, lleva una ballesta en la mano, y parece feliz y satisfecho,  dirigiéndose a Rafael de Cortés, a quien toma como el líder del grupo, dice:
- "Don Rafael, a bien que me gustaría disfrutar de vuestra presencia y la de vuestro soldado" - refiriéndose a Jean - "entre mis hombres de armas, y así tener el privilegio de matar a los lobos que los campesinos espanten."
- "Respecto a tus otros sirvientes" - y hace un ademán despectivo hacia Pere y Valeria - "ya harán suficiente si van con los aldeanos a hacer ruido".

     A continuación, sin esperar respuesta alguna, se sube a la piedra del pilón y dedica unas palabras a los aldeanos, prometiendo unas monedas y una cena en su casona al que se cobre más piezas al acabar la batida, con lo que todos los cazadores, lanzando un grito de alegría, se internan en el bosque corriendo, a ver quién consigue más presas...


     Jean sonríe para sí, hacía tiempo que no le llamaban soldado, y con la intención de que Obdulio siga en el error, se coloca el escudo a la espalda y se ciñe el casco acto seguido se coloca la maza al cinto y tomando la ballesta se une a Rafael y Pere para ir al bosque. –“Rafael, no se en cuantas cacerías de este tipo habéis estado, pero haríais bien en vigilar no solo a los lobos que puedan aparecer sino también a todo lo que se mueve alrededor, es muy común que ocurran accidentes en este tipo de eventos, y no me gustaría morir con una flecha clavada en mi espalda.” - Dice con tono socarrón, tras una pausa, antes de avanzar en dirección al bosque se dirige a Valeria, con tono cortés - “no sé si deseas acompañarnos o preferís quedaros en el pueblo, aunque si aceptáis mi humilde opinión de soldado, creo que aquí estaréis más segura.”-  Dijo, cargando la palabra soldado de toda la ironía que fue capaz. Valeria sonríe y asiente, dando por buenas las palabras de Jean.

     Entre tanto Rafael mira a su interlocutor con mirada cómplice, asintiendo ante el consejo ofrecido, - "El señor de estas tierras es un avezado cazador, pero dudo de que los ardides para cazar lobos sean igual de eficaces contra una bestia como la que vimos ayer. Temo por esta buena gente y por nuestras propias vidas. El orgullo de Obdulio se vería herido si aconsejo sobre tácticas de caza y después de mi ingeniosa idea de ir montado a la batida soy el menos indicado. Aconsejado por Valeria, llevo esta antorcha y bolas de brea y he ofrecido al Señor con las primeras luces del alba, tanto mi espada como el fuego para así bendecir su uso contra esta funesta criatura."
Pere, con el rostro demudado por una mezcla entre el miedo contenido y la determinación de seguir a su señor, exclama - "Vive Dios, que la locura se viste de honrosa venganza en momentos tan funestos, mas no será menester por mi parte darle cenizo al viaje, voy pues con vos mi señor Le Noire, y que sea lo que Dios quiera, confío en ser yo quien acabe esta historia por ventura y que no la escriba otro de mi parte." Dicho lo cual y con más arrojo del que sentía realmente, hace amago de unirse al grupo de caza, con la intención de mantenerse cerca de su señor, ya que su habilidad con la daga le daba para hacer frente a algún bandido que otro pero no estaba muy seguro de que le fuera de utilidad con un animal salvaje y mucho menos un Lobisome.


     -"Mis señores", dice en voz queda para que le oigan solo Don Rafael y Don Juan, -"Quizás sería conveniente acompañar al cazador que esperamos en la primera batida para encontrar a la pobre Estrela, Bran creo que lo llamaban, al fin y al cabo es hombre de monte y seguro es que entiende más que este humilde escriba en lo concerniente a rastros y senderos, será más seguro que vagar sin rumbo por un bosque del que desconocemos casi todo".
Valeria que ha escuchado el coloquio, toma a Pere del hombro haciendo ademán para que esperase a escuchar sus palabras, -“Mis aguerridos amigos, no es por desalentar vuestra valentía pero no creo que el ser que buscan, se encuentre en el bosque. Os recuerdo que es un hombre hechizado. Mi parecer es que se quedará en el pueblo y más habiendo recibido una herida.” – Valeria hace una pausa y viendo que tiene toda la atención de sus compañeros de viaje continúa. – “Si realmente queréis acabar con él, debemos buscar en el pueblo. Sin embargo, ya que a Jean y Rafael os han comprometido en su cacería, creo que deberías ir con él señor de estas tierras. Mas no le perdáis de vista, no me fio de su comportamiento. Yo diré que soy vieja y poco útil en una cacería y que, con el permiso del señor, intentaré vender mis ungüentos, algunas de mis baratijas, para las señoras y los enfermos.”  Dicho esto se dirige a Pedro, -“Necesitaré la ayuda de vos, mi fiel Pere, para esta empresa ya que quiero que el hechizado salga de su escondite, pues creo que necesitará de mis bálsamos para sus heridas y así, sabremos quién es y donde vive y quizás podamos librar a este pueblo de ese ser para siempre. ¿Cuál es vuestro parecer al respecto?”.

     Rafael asiente, -"Sin duda habláis con cordura Valeria. Desconozco la gravedad de sus heridas y si éstas habrán de ser mayores o menores en su forma humana. Lo que tengo claro es que de haber recibido curas será fácil encontrar a quien las procura en lugar tan reducido. Preguntad entre los curanderos y curanderas de este lugar a quienes han atendido estos días de dos heridas, una en el pecho y otra en el brazo. Seguramente habrá inventado algún ardid para excusar heridas tan características como las de una flecha. Pere, si me permite sugerirle estrategia, creo que sus dotes de escriba le proporcionarán la excusa perfecta para recabar información acerca del paradero del "hechizado". Sin duda la idea de que su pueblo pase a la historia, ya sea por una historia trágica, motivará a los ciudadanos a soltar prenda”. –
 Tras decir esto mira a Jean con intención para que lo secunde, y añade –“Por nuestra parte intentaremos sonsacar a Don Obdulio si echa en falta a alguna persona en la cacería, ya sea aldeano o noble. De no haber recibido curas podría estar en casa recuperándose o, si es ducho en curas, haber venido a la cacería para no llamar la atención. Atentos debemos estar también a alguien que se duela de alguna herida. Seguro que Don Juan apunta tener en cuenta algo más antes de comenzar la cacería junto con Don Obdulio."

     Pere, con cierto alivio ante las palabras de Valeria, y convencido por las mismas, comienza a desmarcarse del grupo de caza y se acerca a la curandera para encaminarse pues al pueblo.
     - "Con sabiduría hablan, mi señora Valeria y Don Rafael, aun a riesgo de dar muestras de cobardía, he de admitir que soy de poca ayuda en lides y cacerías, ¡vive Dios!, que si lo pedís mi señor, acompañarle deba, mas, si no hay objeción por vuestra parte, preferiré acompañar a la señora Valeria en sus pesquisas y si tiene a bien Don Rafael, a sus ojos y memoria encomiendo el resto de la historia que os acontezca, la cual narraré de sus recuerdos cuando tengamos a bien de reunirnos." Dice mirando a Jean, y sin esperar respuesta afirmativa o negativa, rebusca entre sus pertenencias y saca unos recipientes de aceite y trapos que había confeccionado por si, cosa extraña, encontraban al Lobisome, y se los ofrece a su señor. -
- "No creo que de utilidad sean, mas serán mejor llevadas por vos que por mí, si para mal, encontráis a la bestia, cosa por otra parte poco probable". -

     -“Mis queridos compañeros,”- dice Jean, visiblemente divertido por las palabras de su leal escriba y compañero, “recordáis lo que dijo el señor de estas tierras, ‘mañana haremos una batida para matar unos cuentos lobos’, y eso es lo que vamos hacer Don Rafael y yo iremos a matar unos cuantos lobos, por supuesto que no esperaba encontrar al lobisome a plena luz del día, pero sí que podríamos camelarnos al señor de estas tierras para que nos invite a cenar a su casa, ya que seguro que allí podemos encontrar la respuesta de lo que buscamos. Por lo tanto no intentaremos interrogarlo en la batida, eso lo digo por vos Don Rafael, se puede asustar y cerrarse en banda, o incluso como bien os dije antes las cacerías son lugares donde siempre hay accidentes, es mejor reírle sus chanzas, estar a su lado, y parecer lo suficientemente inofensivos, o más bien estúpidos, para que siga creyéndose más inteligente que nosotros. Por lo demás Pere gracias por tus artilugios, pero de momento no los necesitare, cuida bien de Valeria y tened también mucho cuidado a quien preguntáis, seguramente el señor tenga ojos y oídos en toda la aldea”.

viernes, 15 de marzo de 2013

Los Lobos de Castrove (III)


De la triste vuelta a Castrove
      El triste grupo vuelve a Castrove, ya con la noche encima, iluminando su camino por un par de antorchas.
La gente del pueblo sale de sus casas y se arremolina alrededor del grupo, llorando la muerte de la pequeña Estrela. Valeria, alertada por los llantos y quejidos,  acude rápidamente a atender a Aleixo, que está empapado en sangre.
Le levanta la camisa y tras una rápida ojeada dice "Se salvará, pero necesita cuidados. Llevadlo a su casa y allí haréle unos remedios.". Unos vecinos suyos le llevan al pueblo, mientras entre la gente empieza a repetirse, con un eco espantado, la misma palabra "¡Lobisome!".
Cloio, el molinero, reune un grupo y decide dar parte a Obdulio, el señor de Castrove, con las antorchas en la mano. Obdulio vive en una casona de piedra en la parte alta de la aldea. En parte por curiosidad, Rafael de Cortés y Jean Le Noir suben con el grupo, mientras Valeria y Pere Casedemont están en la casucha de Aleixo, dándole las curas necesarias. En todo esto, Xurxo ha desaparecido entre la gente.
Obdulio es un hombre de mediana edad, vestido con una camisa clara con algún lamparón mal disimulado y  un pantalón de lino bien cuidado pero no precisamente nuevo, recibe al apesadumbrado grupo con gesto adusto. Se le ve en forma, y se mesa su brillante barba negra mientras escucha a los aldeanos.
Cloio, el molinero,  se erige como portavoz del grupo pidiendo que se ponga remedio.
- "Así pues, hay lobos en el bosque... “-  dice el señor con cierto rasgo de satisfacción, perdiendo su mirada en los bosques.
- "En efecto, mi señor" - dice Cloio - "Ya ha muerto una niña, y al haber probado la carne humana, vendrá a por más. Hay que matarlo..."
El señor feudal frunce el ceño.
- "¿Me estás recordando mis obligaciones, siervo?"
- "¡No, no, mi señor! Solamente le informo de lo que no sabe, para que obre como Dios y su corazón le dicten..."
- "Bien, os concederé la gracia de una cacería. Que mañana al amanecer todo el pueblo se prepare para batir el bosque, que yo acudiré con mis perros y escuderos a dar caza a ese lobo comeniñas. Preparad forraje para los caballos y carne para mis perros y mis hombres. ¡Y que no sea una mula muerta, como la última vez!"
La gente comienza a retirarse, sin embargo, Obdulio añade "Y, por Dios, que si estos extranjeros nos quieren ayudar, bien nos vendrán."

De vuelta en la posada, Pere, Rafael, Valeria y Jean comentan nerviosos los acontecimientos de la tarde. – “Bien Pere, tú lo vistes tan bien como yo, y lo que vimos no era un simple lobo” – Dice Jean entre susurros, - “Era algo mucho peor, esa criatura era mitad lobo y mitad hombre. Por lo que he oído, la gente del pueblo también lo ha nombrado como Lobisome” – Continúa jean, - “No creo que matarlo sea tarea sencilla, confío en que mañana no nos encontremos con el ser, he oído historias confusas, leyendas sobre ellos, y parecen ser criaturas de gran poder, quizá dañarles pueda el fuego, algunas historias hablan de usar plata, pero no sé a ciencia cierta que es verdad o que no.”  – Tras una pausa, que coincidió con la cercanía de algún huésped no deseado, continuó. –“Bien, subamos pues a los aposentos y contadme lo que hayáis oído sobre este ser, cualquier historia o relato nos servirá para estar más preparados ante lo extraño. Quizás entre la ficción encontremos la manera de acabar con él.”