Ya en la seguridad de la habitación, Valeria observa
detenidamente a sus compañeros, -“Es un hombre normal lo que habéis visto, pero
hechizado por algún maleficio, lo que lo ha transformado en la criatura que
describís, un animal de gran fuerza y cuyo pelaje oscuro asemeja la piel de un
lobo” – dice Valeria con un hilo de voz, con su característico acento morisco –“Deben
saber vuestras mercedes, que cuando es herido, pierde el control de sí y parece
no sentir el dolor ni el daño, lo que es muy peligroso. No hay ninguna leyenda
al respecto de que sea especialmente vulnerable o invulnerable a ningún tipo de
daño, aunque siempre se habla de su inhumana resistencia al dolor.”
Don Rafael, con el semblante serio, se persigna al oír el relato,
- "Valeria, observo que es usted
ducha en estas lides. ¿Consideraría fuera oportuno bendecir las armas antes de
la batalla? Considero que siendo malvada la hechizada criatura o el hechizo que
se lo provocó, mi fuego sagrado le provocará yagas más profundas y dolorosas.” –
hace una pausa breve, mientras observa su espada aun envainada en el cinto.
–“Por otro lado, es interesante pensar que si fue hechizado,
prevenidos debemos estar no sólo del títere, si no del titiritero... Dicho esto
me asalta una duda, ¿EL hechizo puede ser disipado? De ser así sería más
prudente capturarlo y realizar el exorcismo pertinente que darle muerte. Al fin
y al cabo cuando muta en Lobisome no es consciente ni dueño de sus actos.” – Tras
decir esto, se dirige a Valeria de nuevo –“Le agradezco, Valeria, haberme
permitido auxiliarle mientras sanaba las heridas de Aleixo. Tan responsable de
la muerte de Estrela me siento que nada encuentro que haga mitigará mi dolor.
He ayudado a preparar su sepelio y preparado una oración por su alma. He
bautizado a mi espada con su nombre, de ese modo, en caso de ser necesario,
podrá ajusticiar a su verdugo." -
Don Rafael mira al suelo apesadumbrado y en silencio inicia una breve
plegaria para calmar su culpa.
Tras meditar unos
instantes, Valeria responde:
- "No sé si las armas bendecidas harán más daño al
Lobisome, pues no es maligno per sé, si no que se encuentra hechizado por artes
malignas. Pero si tienes posibilidad de hacer fuegos sagrados, a bien que harán
daño tanto a los malignos como a los no tan malignos, pues el fuego siempre
hace daño, excepto a los más santos." - dice Valeria - "En cuanto a
cómo eliminar la maldición, que yo sepa sólo hay tres maneras de quitar la
maldición." Coge aliento y continúa. - "Por una parte es usar las
artes de Expulsión, un antiguo arte para expulsar las ánimas que han poseído un
cuerpo, pero cuyos detalles para ejecutar desconozco. La otra manera es ejecutar un Exorcismo por
alguien cristiano de buena fe que haya sido ordenado siguiendo los Santos
Evangelios, y que sea conocido de las enseñanzas de Dios." - A
continuación sonríe y dice:
- "Y la tercera es darle muerte, y ya se encargará Dios
y el Demonio de decidir dónde acabará su alma".
-"Entonces, al menos que entre esta buena gente haya
alguien más avezado que yo en liturgias y que vos en rituales, a la tercera
opción condenados estamos.” Contesta Rafael, con guiño al viento. “Al sagrado
fuego y a nuestro acero, junto con el buen hacer de esta gente, a la fiera
enfrentaremos."
Pere que hasta el momento ha permanecido callado y cabizbajo
se incorpora a la conversación, - "Disculpadme pues aún estoy atenazado
por lo vivido y apenas puedo quitarme de la cabeza los ojos vacíos de vida de
la pobre Estrela, que Dios tenga en la gloria.” – Pere mira al techo y se
persigna para dar énfasis a sus palabras –“ Poco más puedo aportar a lo que
cuenta Valeria, lo único que oí o leí del Lobishome, es que en la noche cambia
a lobo de diferentes maneras, cuentan las diferentes leyendas que los primeros síntomas
se presentan en forma de una profunda tristeza. Luego, en un día determinado,
generalmente un viernes, a las doce de la noche, se escapa de casa y hay una
transformación. A continuación, hace toda clase de ruindades y crímenes. Se
cuenta que mientras camina como lobo, ni palo ni piedra ni cuchillo ni metal
alguno puede herirlo. Un anciano contó una vez que se puede romper el maleficio
de varias maneras, hacerle sangre, quitarle la piel de lobo y quemarla o
sorprendiéndolo cuando se revuelca en el polvo."
Hace una pausa y mira a su señor buscando aliento, “No me
entusiasma la idea de partir en busca de la muerte, pero visto lo visto, mañana
iremos en pos de la bestia... así pues intentaré pertrecharme bien, ahora o mañana temprano, quizá algo de brea, para
prender lo que sea menester para arrojar a la criatura, y antorchas para
encender lo que inventemos.” Mira el odre de aceite y añade –“El aceite que he
comprado nos puede ser de utilidad pero supondrá acercarnos demasiado a la
bestia y no me parece prudente.”
El cansancio ya va haciendo mella en los asistentes a la
peculiar reunión y tras algunos bostezos, se disuelve la misma para que cada
uno disfrute de un sueño reparador.
Pere observa la triste sala donde se disponen a dormir, es una sala común habilitada encima de la
cuadra. No es de gran calidad, pero la posada tiene más de taberna que de
posada, y malvive más de los vinos a los vecinos y las comidas a la gente de paso
que de los pocos que pernoctan aquí, pues no está en las rutas principales en
el antiguo reino de Galicia. El joven
escriba, cabila sobre el precio pagado por dormir en tan especiales aposentos, unos
buenos 10 maravedíes por cabeza, sin
embargo el precio elevado incluye el bacalao que habían cenado esa noche y las
gachas del desayuno de mañana, lo que, en definitiva, compensa el precio.
Valeria se ha acercado a la casa de Aleixo, a ver cómo está
y darle las últimas curas antes de ir a dormir a la taberna. Está
semi-inconsciente, pero fuera de peligro. Una vecina está allí, cuidándole
también, pues la mujer de Aleixo, y madre de Estrela, murió hace un par de años
de unas fiebres. Agradece la ayuda de Valeria, porque "aunque sea mora,
pareixe cristiana", y dice que le ha salvado la vida, pues la vieja que
hace los apaños, curas y ayuda a parir, la Tomasa, vive en el bosque y no
estaban las cosas para ir por la noche a buscarla al bosque.
Al día siguiente, el pueblo hierve de movimiento. La gente
está excitada, pues se recuerdan los pasados años en que los lobos eran
numerosos y los campesinos salían en busca de pieles para el invierno. Algunos
van con aires de fiesta y otros con más miedo que vergüenza, pero todos
bebiendo de los pellejos de vino para mantenerse despiertos y con los ojos
abiertos.
La batida consistirá en que los aldeanos se desplegarán lo
máximo posible, haciendo ruido con palos y cazos, o haciendo ladrar a los
perros, para ir arrinconando las bestias, de tal modo que el retén de cazadores
más diestros con los arcos y los hombres de armas los masacren sin compasión.
Obdulio, el señor de Castrove, escoltado de un par de sus
soldados, se acerca al grupo. Va vestido de armadura de malla, lleva una
ballesta en la mano, y parece feliz y satisfecho, dirigiéndose a Rafael de
Cortés, a quien toma como el líder del grupo, dice:
- "Don Rafael, a bien que me gustaría disfrutar de
vuestra presencia y la de vuestro soldado" - refiriéndose a Jean -
"entre mis hombres de armas, y así tener el privilegio de matar a los
lobos que los campesinos espanten."
- "Respecto a tus otros sirvientes" - y hace un
ademán despectivo hacia Pere y Valeria - "ya harán suficiente si van con
los aldeanos a hacer ruido".
A continuación, sin esperar respuesta alguna, se sube a la
piedra del pilón y dedica unas palabras a los aldeanos, prometiendo unas
monedas y una cena en su casona al que se cobre más piezas al acabar la batida,
con lo que todos los cazadores, lanzando un grito de alegría, se internan en el
bosque corriendo, a ver quién consigue más presas...
Jean sonríe para sí, hacía tiempo que no le llamaban soldado,
y con la intención de que Obdulio siga en el error, se coloca el escudo a la
espalda y se ciñe el casco acto seguido se coloca la maza al cinto y tomando la
ballesta se une a Rafael y Pere para ir al bosque. –“Rafael, no se en cuantas cacerías
de este tipo habéis estado, pero haríais bien en vigilar no solo a los lobos
que puedan aparecer sino también a todo lo que se mueve alrededor, es muy común
que ocurran accidentes en este tipo de eventos, y no me gustaría morir con una
flecha clavada en mi espalda.” - Dice con tono socarrón, tras una pausa, antes
de avanzar en dirección al bosque se dirige a Valeria, con tono cortés - “no sé
si deseas acompañarnos o preferís quedaros en el pueblo, aunque si aceptáis mi
humilde opinión de soldado, creo que aquí
estaréis más segura.”- Dijo, cargando la
palabra soldado de toda la ironía que fue capaz. Valeria sonríe y asiente,
dando por buenas las palabras de Jean.
Entre tanto Rafael mira a su interlocutor con mirada cómplice,
asintiendo ante el consejo ofrecido, - "El señor de estas tierras es un
avezado cazador, pero dudo de que los ardides para cazar lobos sean igual de
eficaces contra una bestia como la que vimos ayer. Temo por esta buena gente y
por nuestras propias vidas. El orgullo de Obdulio se vería herido si aconsejo
sobre tácticas de caza y después de mi ingeniosa idea de ir montado a la batida
soy el menos indicado. Aconsejado por Valeria, llevo esta antorcha y bolas de
brea y he ofrecido al Señor con las primeras luces del alba, tanto mi espada como
el fuego para así bendecir su uso contra esta funesta criatura."
Pere, con el rostro demudado por una mezcla entre el miedo
contenido y la determinación de seguir a su señor, exclama - "Vive Dios,
que la locura se viste de honrosa venganza en momentos tan funestos, mas no
será menester por mi parte darle cenizo al viaje, voy pues con vos mi señor Le
Noire, y que sea lo que Dios quiera, confío en ser yo quien acabe esta historia
por ventura y que no la escriba otro de mi parte." Dicho lo cual y con más
arrojo del que sentía realmente, hace amago de unirse al grupo de caza, con la
intención de mantenerse cerca de su señor, ya que su habilidad con la daga le
daba para hacer frente a algún bandido que otro pero no estaba muy seguro de
que le fuera de utilidad con un animal salvaje y mucho menos un Lobisome.
-"Mis señores", dice en voz queda para que le
oigan solo Don Rafael y Don Juan, -"Quizás sería conveniente acompañar al
cazador que esperamos en la primera batida para encontrar a la pobre Estrela,
Bran creo que lo llamaban, al fin y al cabo es hombre de monte y seguro es que
entiende más que este humilde escriba en lo concerniente a rastros y senderos,
será más seguro que vagar sin rumbo por un bosque del que desconocemos casi
todo".
Valeria que ha escuchado el coloquio, toma a Pere del hombro
haciendo ademán para que esperase a escuchar sus palabras, -“Mis aguerridos
amigos, no es por desalentar vuestra valentía pero no creo que el ser que
buscan, se encuentre en el bosque. Os recuerdo que es un hombre hechizado. Mi
parecer es que se quedará en el pueblo y más habiendo recibido una herida.” –
Valeria hace una pausa y viendo que tiene toda la atención de sus compañeros de
viaje continúa. – “Si realmente queréis acabar con él, debemos buscar en el
pueblo. Sin embargo, ya que a Jean y Rafael os han comprometido en su cacería,
creo que deberías ir con él señor de estas tierras. Mas no le perdáis de vista,
no me fio de su comportamiento. Yo diré que soy vieja y poco útil en una cacería
y que, con el permiso del señor, intentaré vender mis ungüentos, algunas de mis
baratijas, para las señoras y los enfermos.”
Dicho esto se dirige a Pedro, -“Necesitaré la ayuda de vos, mi fiel
Pere, para esta empresa ya que quiero que el hechizado salga de su escondite, pues
creo que necesitará de mis bálsamos para sus heridas y así, sabremos quién es y
donde vive y quizás podamos librar a este pueblo de ese ser para siempre. ¿Cuál
es vuestro parecer al respecto?”.
Rafael asiente, -"Sin duda habláis con cordura Valeria.
Desconozco la gravedad de sus heridas y si éstas habrán de ser mayores o
menores en su forma humana. Lo que tengo claro es que de haber recibido curas
será fácil encontrar a quien las procura en lugar tan reducido. Preguntad entre
los curanderos y curanderas de este lugar a quienes han atendido estos días de
dos heridas, una en el pecho y otra en el brazo. Seguramente habrá inventado
algún ardid para excusar heridas tan características como las de una flecha.
Pere, si me permite sugerirle estrategia, creo que sus dotes de escriba le
proporcionarán la excusa perfecta para recabar información acerca del paradero
del "hechizado". Sin duda la idea de que su pueblo pase a la historia,
ya sea por una historia trágica, motivará a los ciudadanos a soltar prenda”. –
Tras decir esto mira
a Jean con intención para que lo secunde, y añade –“Por nuestra parte
intentaremos sonsacar a Don Obdulio si echa en falta a alguna persona en la
cacería, ya sea aldeano o noble. De no haber recibido curas podría estar en
casa recuperándose o, si es ducho en curas, haber venido a la cacería para no
llamar la atención. Atentos debemos estar también a alguien que se duela de
alguna herida. Seguro que Don Juan apunta tener en cuenta algo más antes de
comenzar la cacería junto con Don Obdulio."
Pere, con cierto alivio ante las palabras de Valeria, y
convencido por las mismas, comienza a desmarcarse del grupo de caza y se acerca
a la curandera para encaminarse pues al pueblo.
- "Con sabiduría hablan, mi señora Valeria y Don
Rafael, aun a riesgo de dar muestras de cobardía, he de admitir que soy de poca
ayuda en lides y cacerías, ¡vive Dios!, que si lo pedís mi señor, acompañarle
deba, mas, si no hay objeción por vuestra parte, preferiré acompañar a la
señora Valeria en sus pesquisas y si tiene a bien Don Rafael, a sus ojos y
memoria encomiendo el resto de la historia que os acontezca, la cual narraré de
sus recuerdos cuando tengamos a bien de reunirnos." Dice mirando a Jean, y
sin esperar respuesta afirmativa o negativa, rebusca entre sus pertenencias y
saca unos recipientes de aceite y trapos que había confeccionado por si, cosa
extraña, encontraban al Lobisome, y se los ofrece a su señor. -
- "No creo que de utilidad sean, mas serán mejor
llevadas por vos que por mí, si para mal, encontráis a la bestia, cosa por otra
parte poco probable". -
-“Mis queridos compañeros,”- dice Jean, visiblemente
divertido por las palabras de su leal escriba y compañero, “recordáis lo que
dijo el señor de estas tierras, ‘mañana
haremos una batida para matar unos cuentos lobos’, y eso es lo que vamos
hacer Don Rafael y yo iremos a matar unos cuantos lobos, por supuesto que no
esperaba encontrar al lobisome a plena luz del día, pero sí que podríamos
camelarnos al señor de estas tierras para que nos invite a cenar a su casa, ya
que seguro que allí podemos encontrar la respuesta de lo que buscamos. Por lo
tanto no intentaremos interrogarlo en la batida, eso lo digo por vos Don
Rafael, se puede asustar y cerrarse en banda, o incluso como bien os dije antes
las cacerías son lugares donde siempre hay accidentes, es mejor reírle sus
chanzas, estar a su lado, y parecer lo suficientemente inofensivos, o más bien estúpidos,
para que siga creyéndose más inteligente que nosotros. Por lo demás Pere
gracias por tus artilugios, pero de momento no los necesitare, cuida bien de
Valeria y tened también mucho cuidado a quien preguntáis, seguramente el señor
tenga ojos y oídos en toda la aldea”.
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